14 de agosto de 2007

Sutil

Tan vacía se quedó la noche,
tan invisible,
el fuego se llevó las estrellas;
la soledad,
la luna.

Murió hasta la oscuridad,
el silencio,
la calma,
la ternura tranquila en el sueño de la naturaleza.

De las horas,
ni las caricias quedan,
y las nubes,
se encerraron en sí mismas
sin abrigar sus datos llenos de nada.

Tan vacía se quedó la noche
que el canto del grillo encuentra
mudez en los deseos,
lágrimas en sus canciones.
Sublimemente vacía,
tanto,
que no existe.

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