Suéltame el corazón
que me tienes la sangre retenida en el misterio,
entre la duda y la desesperación
al ver de la forma tan tranquila en que me amas.
Déjame respirar,
devuelve mi espíritu a su lugar,
pues escapó de mi cuerpo con tu última llamada.
Quiero conciliar el sueño,
pero tu imagen acaricia mis pestañas,
y aún en la oscuridad de la noche veo tu luz y tu sonrisa,
me hipnotizan hasta confundirse con el sol cuando despierta.
Pretendo reaccionar,
pisar tierra,
estar alerta,
pero el eco de tu voz no viene de la montaña…
se multiplica en el mismo centro de mi cuerpo.
Te vendo el miedo a las mentiras,
y te lo vendo a ti porque sé que lo dejarás olvidado
en cualquier esquina de la ciudad mientras me das un beso.
Pongo en tus manos mis temores,
aún así comprendo que no eres Dios y que puedes fallar,
pero apuesto a tu fortaleza y la figura honesta de tu vida.
Libérame,
no me ates a la costumbre,
déjame ser la misma y ser mejor junto a ti.
Líneas que salen del corazón, de la realidad, de situaciones; no aptas para conservadores e inspiradas en las más inimaginables verdades materiales e inmateriales y que podrían cambiar la vida de cualquiera o incluso... hacerles sentir nada.
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