25 de febrero de 2009

El dueño

Llegas a la puerta y tocas,
vienes cargado de vida y experiencia,
te invito a pasar, “Acomódate, descansa”.

En un abrir y cerrar de ojos te adueñas del espacio,
sin tener en cuenta lo celosamente guardado que estuvo,
no te importa,
ahora es tuyo.

Encuentras confortable el ambiente,
excitante la compañía,
inigualables… las decisiones atrevidas.

Pasan unos minutos y mueves las costumbres,
las rutinas, las malas mañas y las telarañas del futuro,
de los sueños o los deseos que incrédulamente parecían no existir.

Vienes de visita y todo se hace tuyo:
el cuerpo ardiente,
el corazón que parecía inexistente,
las gotas de una llave cansada y la disposición del horario,
la almohada de la izquierda,
la toalla blanca con el logo de Orange,
el primer cuadrito de cerámica del desayunador,
la silla que da la espalda a la puerta,
la maleta de besos,
el cúmulo de orgasmos,
el jabón líquido y el sonajero colgado en la pared;
un lado del closet,
dos gavetas de las seis (una arriba y otra abajo),
el vaso de cristal y el mueble de la izquierda de la sala.

Las llamadas,
los mensajes,
las canciones,
las salidas,
las entradas,
las ventanas,
y todo lo que encontraste dentro
lo acomodas y lo guardas en un bolsillo.

Con tanta facilidad me amas… y con los límites de tu pasado… te quiero.


17 de febrero de 2009

Zumo de canela


Deliciosa es la canela esparcida sobre tu piel,
sus tonalidades invaden el espacio,
su sabor lleno de lujuria y calor provocan mis intranquilidades,
y su aroma se desplaza en laberintos pretenciosos.

Piel canela ardiente…

Cubre con tu esencia mis náyades,
déjame despertar embriagada de los mares que guardas en tu boca,
irrumpe en mis sueños
tal como la noche lo hace ante el cielo.

Tecito de canela...

Revíveme con el zumo que haces con tu alma,
llévalo a mis labios y esparce su magia,
mientras tiemblan mis miedos por la espera de tu arribo…

11 de febrero de 2009

Libérame de la costumbre

Suéltame el corazón
que me tienes la sangre retenida en el misterio,
entre la duda y la desesperación
al ver de la forma tan tranquila en que me amas.
Déjame respirar,
devuelve mi espíritu a su lugar,
pues escapó de mi cuerpo con tu última llamada.
Quiero conciliar el sueño,
pero tu imagen acaricia mis pestañas,
y aún en la oscuridad de la noche veo tu luz y tu sonrisa,
me hipnotizan hasta confundirse con el sol cuando despierta.
Pretendo reaccionar,
pisar tierra,
estar alerta,
pero el eco de tu voz no viene de la montaña…
se multiplica en el mismo centro de mi cuerpo.
Te vendo el miedo a las mentiras,
y te lo vendo a ti porque sé que lo dejarás olvidado
en cualquier esquina de la ciudad mientras me das un beso.
Pongo en tus manos mis temores,
aún así comprendo que no eres Dios y que puedes fallar,
pero apuesto a tu fortaleza y la figura honesta de tu vida.
Libérame,
no me ates a la costumbre,
déjame ser la misma y ser mejor junto a ti.

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